¡¿Quién soy?!

- Mira mi cuerpo.
- ¿Tu cuerpo? ¿Cómo que tu cuerpo? ¿Tuyo? ¿De quién?
- Pues sí, mío...
- Ah... ¿Quién o qué eres tú?

Cósmico colapso

     Imagina que un día, sin previo aviso, los astros ralentizan todos su movimiento, de tal manera que su periodo de rotación (el tiempo que cada uno emplea en dar una vuelta completa) se ve duplicado...
     Al mismo tiempo que esto ocurre, tu reloj se adapta a ello; así, la manecilla sólo da un segundo cuando antes daba dos.
     Ante esta  hipotética situación, ¿cómo se adaptarían nuestras vidas?


     Piensa que el cambio se produce de la noche a la mañana, entonces, tú te acuestas, y te levantas "instintivamente" a las diez, como de costumbre.  Sin embargo, el sol no ha saludo todavía y tu reloj marca las cinco. Pese a que sientes que has dormido las mismas horas que siempre, ¿qué prueba tienes de ello? Por lo tanto, pongamos que lo único que se te ocurre es que has dormido mal y que lo que debes hacer es intentar volver a dormirte. Lo consigues. Cuando te levantas de nuevo, tu reloj sigue diciendo que es temprano, pero tú ya no deseas dormir más.
     En conclusión, has pasado más tiempo durmiendo de lo normal, de lo que siempre has necesitado, sin ni siquiera darte cuenta.
     Cabe destacar, que aunque los astros se hayan ralentizado, tu vida no se ha alargado, es decir, que en esta "hipotética situación", tu vida es independiente a las veces que el sol sale y se pone.
     Por tanto, centrándonos en lo que aconteció al levantarte, podemos decir con seguridad que el tiempo de más que pasaste durmiendo fue tiempo que nadie te va a devolver, es decir, tiempo desperdiciado.
     Ahora, sigamos con aquella situación:
Consigues levantarte, a sabiendas de que aún es temprano, pero como te encuentras suficientemente descansado, decides realizar las tareas que normalmente haces: desayunas, haces la cama, te duchas, te vistes, etc.
     De repente, empiezas a sentir hambre. Normalmente serían las dos, pero el reloj marca las doce. Tú tienes hambre, por lo que te tomas algo ligero, pensando que más tarde ya comerás. Total retrasas tu comida, ¡nada más que cuatro horas! Sin saberlo, claro.
     Otros podrían pensar: "No, yo como cuando tengo hambre, no lo retrasaría tanto. Además, de lo contrario, es posible que comenzara a sentir dolor". Es bien posible, amigos, esto únicamente es una elucubración mía que nada tiene en la aplicación real, aunque pocos se negarán a admitir que la rutina es muy fuerte y si un día tuviéramos el doble de tiempo sin nosotros saberlo, optaríamos por hacer lo que tenemos costumbre sin pensar en las posibilidades que se nos presentan, aunque esto suponga burlar nuestras propias necesidades naturales (sueño, hambre, incluso dolor).
      No obstante me sobrarían dedos en la mano si doy cuenta de cuántos de nosotros daríamos la espalda al reloj y al solo mismo para aprovechar al máximo cada momento rompiendo con una rutina cuyo único propósito es darme el doble de tiempo que necesito para realizar una cosa, o lo que es lo mismo, hacerme perder la mitad de mi vida sin hacer nada.

    Por suerte, no es una situación real, pero, ¿cuántos de vosotros poseéis axiomas suficientes para demostrarme con toda certeza que ahora mismo no está ocurriendo esto? Y aunque no ocurra, ¿podéis negarme el empuje, la fuerte intención de obtener de cada segundo dos y así conseguir del tiempo que me ha sido dado, el máximo rendimiento?